El aprendizaje es un proceso único, exclusivo y especial para cada individuo. Cada persona, cada niño, tiene su propio ritmo de aprendizaje, su manera y momento de hacer sentido de las cosas.

El aprendizaje debe ocurrir en un ambiente seguro, y de la manera más natural posible. Un ambiente bajo en riesgo en el cual el niño pueda sentirse aceptado, y libre para experimentar, equivocarse, y volver a comenzar.

El aprendizaje efectivo es autodirigido. El docente debe actuar como facilitador en el proceso de aprendizaje, haciendo así al niño responsable del mismo.
Una buena educación se basa en relaciones. Una educación centrada en el niño no es suficiente. También se deben considerar los familiares y maestros como partes integrales de los procesos. Para ello es necesario buscar maneras de intensificar la comunicación, participación e investigación entre los protagonistas (niños, padres y maestros).

El aprendizaje debe disfrutarse. El placer por aprender es de vital importancia a la hora de enfrentar obstáculos, desarrollar la capacidad creativa y descubrir lo desconocido con una curiosidad que se renueva constantemente.